NANAS

Imagen tomada de la red

Cuando éramos pequeños la abuela nos cantaba nanas antes de irnos a dormir o cuando sentía que teníamos un mal día y aquello funcionaba a las mil maravillas. Con su voz y vibración nos inducía a un sueño sereno y dulce que nos acurrucaba y nos dejaba en el regazo del amor sin miedo a monstruos de esos que dicen comen niños a fuego muy lento, y otras pesadillas. El bienestar era inmediato y sublime. Nadie más que la abuela era capaz de conseguir aquella maravilla, estaba dotada de un gran don que a todos nos encandilaba. A día de hoy la abuela me sigue cantando en sueños desde un lugar privilegiado donde su voz se ha incorporado a la luz y a la magia más genuina. Cuando viene para cantarme en sueños arropado en su dulzura me dejo llevar y experimento el poder de su amor, de su calor, de su fortaleza en conexión con mi niño interior que la reconoce de inmediato y se descubre cantando las mismas estrofas una y otra vez sin perder el ritmo. Al despertar la nana sigue ahí, acurrucada en mi pecho, con maniobra de liberación que produce una inmensa paz que me dura para todo el día. Las nanas son sanadoras, se vienen desde el alma y van para el alma. Quienes te las regalan se convierten en maestros/as del amor, del compromiso con la verdad que les habita. La fórmula exacta para un sueño placentero que despierte a nuestro niño/a interior es sin duda una nana renacida de la voz de quienes te aman, y se regalan para ofrecerte paz, amor y dulzura a raudales. Regala lo mejor de ti y se convertirá en la máxima herencia. Tú tienes el poder de iluminar vidas. 

Javier Ochoa V.L, 2015 ©   

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