Aquel muchacho seguía su instinto, siempre lo hacía desde que su abuelo le enseñó a conseguirlo, a disfrutarlo, a crear magia con él como el gran indio que corría por su sangre. Entonces el muchacho enfermó de gravedad y su instinto que seguía tan alerta como siempre le iba marcando las pautas para luchar, para salir airoso de aquella situación como el gran soldado que era a tan corta edad. El campo de batalla no resultaba nada fácil, se encontró con muchas trampas en el camino que le hicieron polvo su cuerpecito pero no se rindió y poco a poco fue venciendo la oscuridad, alcanzando grandes metas. Al muchacho le encantaba soñar, era uno de esos soñadores que vivian con fuerza sus sueños, tanto es así que la energía de sus sueños llegaba no solo a transformarlo a él también a quienes lo acompañaban. Se convirtió en un gran maestro a su corta edad. Superó su enfermedad y de ella descubrió grandes verdades con las que construyó fuertes esperanzas.
Todos llevamos un poder dentro de nosotros y al compartirlo crece y crece hasta hacerse fuerte.
¿Ya has descubierto esa fuerza que vive en ti?
Compártela, compártete.
(Lo escribí con amor hoy para todos los luchadores: Javier Ochoa)
Javier Ochoa V.L, 2014 ©
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