La transformación empieza en ti, sólo tú tienes el poder de abrir esa puerta que te encaminará hacia la paz, la luz, el amor y el conocimiento más genuino. No obstante a veces la vida nos pone pequeños milagros en el camino para que en un empujoncito nos envíen hacia el camino correcto donde se presentarán nuevas oportunidades. Vienen desde la luz y vuelven a la luz con la misma riqueza. Nunca es tarde para encaminarse al punto cero del que surgirá la metamorfosis. Regálate tiempo.
Javier Ochoa V.L, 2014 ©
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Prohibida copia total o parcial.
Cuento registrado.
Imagen tomada de la red |
Le habían dicho en
multitud de ocasiones unas voces a través de los sueños que debía encontrar
inmediatamente al guardián pero el joven padre no comprendía los mensajes que
se le enviaban continuamente y se sentía muy frustrado. Hacía tiempo que se
había perdido en un bucle sin salida. Vivía para trabajar y no encontraba
tiempo para pasarlo con sus hijos y éstos no perdonaban los momentos que su
padre se había perdido sin ellos. No acudía a los festivales del colegio, ni a
las reuniones de padres, y menos a los partidos de fútbol de sus pequeños y
todo esto y más había afectado a su relación familiar provocando un divorcio
duro y un alejamiento aún mayor. Carlos lo había perdido todo por su adicción
al trabajo, por el compromiso enfermizo con la empresa de uno de sus tíos
maternos. Era incapaz de decir NO y así le iba. Se acercaba la Nochebuena y
seguía allí, en la empresa, con los informes sobre la mesa, solo, pues ya todos
se habían marchado a celebrar con sus familias. Las luces y los villancicos se
escuchaban más allá, entre felices acordes, brindis y emociones. Carlos se
sintió agobiado y salió a tomar el aire alejado de aquella multitud alegre. Se
fumó dos pitillos y suspiró en varias ocasiones como expulsando aquella soledad
que le ahogaba y no le permitía descubrir el valor de la vida más allá de
aquellos muros. Un vagabundo que por allí merodeaba se percató de la tristeza
de aquel trajeado hombre y sin mediar palabra éste le entregó un colgante que
él fabricaba con sus manos para ganarse su pan de cada día. En este caso no le
pidió una moneda a cambio sólo le pidió que se lo pusiera y que éste le
ayudaría a recuperar su vida, su energía vital. Carlos no creía en todo
aquello, le parecía una estupidez pero se lo puso a regañadientes alrededor del
cuello y se marchó sin dedicarle un gracias o una sonrisa a aquel que le había
regalado un trocito de su historia, de su talento, con lo poquito que
tenía a su alcance. Carlos no era capaz de ver más allá de sus narices y se
estaba perdiendo una gran riqueza. Nada más llegar a su oficina se quitó el
colgante y lo tiró a la papelera sin ápice de arrepentimiento. Volvió al
trabajo hasta que se quedó profundamente dormido con la cabeza apoyada sobre la
mesa de trabajo. Horas después sonó el teléfono al que éste contestó con
desgana. Una señorita al otro lado le decía que sus hijos y su mujer habían
sufrido un grave accidente de tráfico que se encontraban en el hospital y que
debía acudir de inmediato. Así lo hizo con un gran dolor en el corazón y una angustia
que le hacía conducir a trompicones por la Avenida. Ya en el hospital descubrió
un panorama poco alentador. Su exmujer estaba siendo atendida en un box, ella
no parecía estar en un estado grave pero sus gritos y el buscar con su mirada a
sus hijos le desgarraba el alma a Carlos. Pidió acercarse a su exmujer y le fue
concedido. Le tendió una mano de cariño que ésta no rechazó, después con el
tratamiento quedó profundamente dormida y Carlos fue corriendo en busca de sus
hijos: Manuel y Cristian que permanecían en la UCI en estado muy crítico, al
borde de la muerte. Carlos golpeó la pared dejando unos nudillos heridos, sin
embargo, el dolor no era tan grande como el de su corazón y el de su rabia. Se
sintió una alimaña, un hombre horrible y despiadado con los que amaba y había
desatendido. Una enfermera se ofreció a ayudarlo con un tranquilizante y rato
después con el efecto de éste se encontraba en un sueño profundo en un sofá de
una sala habilitada para familiares. Carlos volvió a soñar con aquellas voces
que le hablaban de un misterioso guardián, sin embargo, en esta ocasión el
sueño era diferente, podía ver entre una nube misteriosa a aquel que decían
guardián y no era otro que aquel vagabundo que le había entregado el colgante y
que él había tirado a la papelera con desprecio. Cada vez entendía menos, cómo
iba a ser éste el guardián del que le hablaban los sueños. No se lo podía
creer. Era incomprensible. Al despertar del sueño se encontró de frente con el
vagabundo, estaba sentado a su lado y le había puesto el colgante que en su día
le regaló entre sus manos, esta vez, el colgante resplandecía en su interior
como una luciérnaga con vida propia. No podía creer lo que veían sus ojos y
sentía su alma, sabía que lo había tirado a la papelera y ahora volvía a sus
manos a través de aquel misterioso hombre al que también le brillaba en esta
ocasión la mirada, donde se podía dibujar un bosque rico en presencias y amor;
cada espiral grabada en aquel escenario de miradas era un viaje a lo más
profundo, a la esencia cristalina que no conoce rencores y que ama por sobre
todo. Carlos le hizo todas las preguntas posibles al que en sueños le
habían descubierto como "El Guardián" pero éste no pronunció ninguna
palabra se limitó a mirarlo en profundidad y también a acompañarlo y contenerlo
con una serenidad pasmosa, un mar en calma. Todo lo que ese hombre le transmitía
a Carlos en ese momento era mágico y justo cuando empezaba a comprender el
mensaje que le había tallado en todo su ser aquel misterioso hombre desapareció
sin dejar más rastro que toda su grandeza en el alma de Carlos. Encendió su
llama. Una enfermera se acercó a Carlos para comunicarle que sus hijos estaban
fuera de peligro, se habían estabilizado de una forma asombrosa por lo que
pronto estarían en planta. Un GRACIAS sincero e inmenso se dibujó en la voz del
joven. Carlos por primera vez en mucho tiempo descubrió el valor de aquel
instante, de aquel AHORA que se despertaba del letargo y le daba esa
oportunidad que tiempo atrás él mismo se había negado consigo y con los
suyos. Decidió cambiar todos los recuerdos por los que de verdad merece
la pena recordar y vivir. Aquellos que vamos construyendo día a día con los que
amamos en este caso con sus hijos y con la mujer que había alumbrado a sus
tesoros y a la que seguía amando. <<Qué ciego anduvo por aquel
entonces>> Pensó para sí. Pero ya le habían sido levantadas las vendas y
debía disfrutar de toda la riqueza que tenía frente a él y en su interior. Y
así lo hizo por el resto de sus días dejando su mejor herencia, sus fecundas
semillas, en los que tanto amó.
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